Sobre «lo Iniciático»

Finalmente, como comenté en el anterior artículo –y aunque, en cierta medida ya había apuntado algo previamente (Sacrificios vs Virtudes y Sobre «Runas Iniciáticas»)– me he decidido a realizar un nuevo comentario –tal vez serie de comentarios– abordando el tema de «lo Iniciático».

Evidentemente, lo haré de una forma bastante resumida, pues es un tema de los más vastos y profundos que pueda afrontar el Hombre, ya que hablamos, entre otras cosas, de la recuperación del Infinito.

Así, enmarcaremos lo iniciático como un asunto relativo a lo que podríamos denominar Búsqueda Espiritual que experimentan ALGUNAS personas. Esto de ALGUNAS es esencial, porque no todo el mundo experimenta tal urgencia. Y si hablamos de urgencia y Búsqueda Espiritual, tenemos que plantear las formas que tiene el Hombre (en un sentido amplio: varón y mujer) de acercarse a lo Divino o Sobrenatural. Así, este planteamiento de las formas en las que se manifiesta o expresa la urgencia espiritual nos servirá de contexto para comprender lo Iniciático.

De esta manera, cuando reflexionamos sobre el Hombre frente a lo Divino o Sobrenatural, a grandes rasgos, tenemos lo siguiente:

La primera dinámica a destacar es la Negación. Estas personas son aquellas en las que en su concepción de la realidad y de sí mismos, HAN CERRADO TODA POSIBILIDAD de lo Divino o Sobrenatural. Por ejemplo, a nivel social tal tendencia se identifica con el ateísmo y en ocasiones con el nihilismo, de modo que las personas que fueran realmente ateas estarían dentro de este grupo. Y digo «realmente ateas», porque no son pocos los que por ahí que se declaran ateos y luego les escuchas continuamente la coletilla de «¡dios!», «¡dios mio!», «¡oh, dios mío!», etc. Para estas personas, el ser humano es poco más que carne, huesos y –más recientemente– relaciones electroquímicas en el cerebro. Aquí estarían los Lúdicos de la Obra de Felipe Moyano.

Estos hombres no se acercan a lo Divino o Sobrenatural porque no lo buscan y están convencidos de que no existe o no es real. Sin embargo, como acabamos de apuntar, muchos de los que dicen no creer, temen. Lo cierto es que resulta poco coherente eso de temer algo en lo que no se cree. El amigo Jung diría que, en su negación, lo que han hecho realmente es trasladar esos argumentos -los de lo Divino y lo Sobrenatural- al ámbito de lo inconsciente (esta dinámica se describe con gran precisión con aquel mito del avestruz que esconde la cabeza para evitar el peligro). Esto es: que su ateísmo es de palabra, pero no de acto. Intentan no creer, pero no lo han conseguido aún. De ahí que uno pueda contemplar situaciones tan ridículas como personas que alardean de una pretendida «superioridad ateísta» al tiempo que no son capaces de entrar a un cementerio porque «temen a los espíritus»…

La segunda dinámica que señalaremos es la Devoción. Esto es: la forma religiosa que se conoce actualmente. Éstos, estas personas, estarían dentro del grupo que AÚN CONSERVAN ABIERTA LA POSIBILIDAD de lo Divino o Sobrenatural, solo que tal posibilidad pasa por estar absolutamente jerarquizada. O sea: «Dios -o los dioses a los que adoren- está en un grado jerárquico infinitamente superior al de sí mismos». El argumento habitual en el que se apoyaría esta idea es que ellos mismos son creación de la divinidad de turno a la que adoren. Aquí estarían los sacralizantes de la Obra de Felipe Moyano y en general la imensa mayoría de los integrantes de las diversas religiones del mundo.

Habría toda una gama de intensidad devocional, pues tendríamos actitudes que irían desde las más pasivas y terrenales: “los Hombres en la Tierra, los Dioses en el Cielo y a pedir y rezar por sus ‘bendiciones’”; hasta las algo más activas: “los Hombres ‘pueden acceder’ al Cielo si se muestran absolutamente sumisos a la voluntad de los Dioses”.

Hay que entender –y tener muy claro– que aunque estos Hombres se acercan a lo Divino o Sobrenatural a la manera Sacerdotal: rogando, pidiendo, rezando, sacrificando, mercadeando, etc; continúan sosteniendo la posibilidad de lo Divino o Sobrenatural, de modo que en un contexto espiritual son un tipo superior al anterior, que, como apuntamos, negaba tal posibilidad. La pega, el error, es que buscan a lo Divino o Sobrenatural FUERA de sí mismos y que consideran la circunstancia jerárquica como algo absoluto e irresoluble, cosa que de ningún modo ocurre, como veremos, en la Vía Heroica.

Finalmente está lo Iniciático. Las personas incluidas en este minúsculo grupo serían aquellos que, en su concepción de la realidad y, sobre todo, de sí mismos, no sólo conservan abierta la posibilidad de lo Divino o Sobrenatural, sino que tal concepción les lleva a comprender que ES POSIBLE ACCEDER O RECUPERAR LO DIVINO O SOBRENATURAL. Esto es: donde el Sacerdote o Devoto tomaba una actitud pasiva, ahora, se trata de una actitud Absolutamente Activa. Este acceso o recuperación estaría ceñido a una Metodología o serie de Técnicas que desencadenarían experiencias que lo acercarían o le harían recuperar SU PROPIA Divinidad o Sobrenaturalidad. Los argumentos más habituales en los que se apoyarían estas líneas son los de ser «Dioses Caídos» –y amnésicos de sí mismos y su auténtica realidad– o el de «poseer Sangre Divina», que a nivel operativo o funcional vendría a ser lo mismo.

Aquí es necesario hacer un inciso, pues hemos expresado «acceder o recuperar» y de ninguna manera significan lo mismo. El que «recupera», en algún momento tuvo lo que ahora recupera, una implicación que no tiene porque estar en el caso del que «accede». Y es que ésta es una de las diferencias esenciales entre el camino del Sacerdote o Brahmana, que busca el «acceso»; y el Héroe o Kshatriya, que busca la «recuperación». El primero se reconoce inferior a lo Divino o Sobrenatural y para ello busca algún tipo de mercadeo –al que llamará Sacrificio– con la Divinidad que le permita «acceder al Cielo»; mientras que el segundo descubre una Herencia Divina en sí mismo y con ella recupera, superando una serie de terribles pruebas –como bien relatan los Mitos Heroicos y a las que denominaremos Desafíos–, su lugar en el Cielo POR DERECHO PROPIO y no por el Favor de algún otro Ser Divino o Sobrenatural.

Dicho de otro modo: ambas vías iniciáticas están enfocadas a alcanzar el “Cielo” (otro concepto –el de Cielo– que habría que resignar, pues la versión cultural ciertamente posee poca validez). La Sacerdotal plantea el acceso desde la instancia de ser Hombre que busca la aprobación de la Divinidad. La Heroica, por contra, no busca aprobación alguna, pues plantea una recuperación de su lugar en el Cielo a partir de su Herencia Divina: no se es un Hombre, se es una Divinidad Caída o un Híbrido Hombre-Dios. Hay que señalar además que la primera opción, la Sacerdotal, implica una fusión y por tanto una anulación de la individualidad, esto es: cuando ocurra la fusión con la Divinidad, no quedará rastro del Yo: la posibilidad de Singularidad Absoluta se habrá perdido. Algo que no ocurre en el caso del Héroe, que pasa a ser una Deidad de pleno derecho.

Al autor de este blog, como ya debería resultar más que evidente, sólo le interesa la Vía Heroica y quedará en la cabeza de cada uno si el párrafo anterior habrá de ser tratado como iniciático o contrainiciático, tradicional o antitradicional. Es más que evidente que existe una Iniciática Sacerdotal y una Iniciática Heroica o Guerrera. Una se centra en el Favor que pueda sacar de lo Divino o Sobrenatural y termina en la Absoluta Pérdida de Individualidad y Fusión con la correspondiente Divinidad. La otra Descubre, Despierta y Desarrolla lo Divino o Sobrenatural en Sí Mismo hasta concretar lo que antiguamente se denominaba Apoteosis (Recuperar Su Lugar entre los Dioses) y que está perfectamente reflejada en los Mitos Heroicos.

Aclararé, además, que no existe Voluntad Superior en el acto de mercadear con entidades Divinas o Sobrenaturales. Mucho menos en renunciar a la Propia Voluntad. Si he de acudir a Otro para que haga algo que Yo no puedo hacer, entonces, lo superior es aquello a lo que acudo. Realmente no es posible siquiera permanecer frente a tales entidades y encararlas como a iguales si no se posee, de hecho, una Voluntad Superior. Donde el Sacerdote es devorado –tal vez como alimento–, el Héroe se muestra Digno y Furioso, bien dispuesto para el Combate. Esto es: está dispuesto a poner a prueba su Voluntad frente a lo Divino o Sobrenatural. Si está a la altura, entonces también será Divino o Sobrenatural y si no alcanza, si no da la talla, entonces, será igualmente devorado, como siempre ocurre en el caso del Sacerdote.

Volviendo al tema que tratábamos y centrándonos a partir de aquí en lo heroico, es bueno señalar que las diversas Metodologías Iniciáticas ni separan ni consideran antagónicas Ciencia y Espiritualidad. Es más que evidente que tal división fue deliberada y orientada a plantear un abismo entre la ciencia y la espiritualidad (Divide et Impera). Al final, lo que obró tal abismo es una división de poderes sociales: la técnica quedó en manos de la «revolución» industrial y su incipiente tecnocracia. Los pocos y miserables conceptos que quedaron de espiritualidad estaban en manos de las religiones y su ya bien consolidada teocracia. La posibilidad de una espiritualidad técnica y metodológica tuvo pocas opciones: quedar enterrada y perdida en el pasado de las Escuelas de Misterios, oculta en sociedades secretas y linajes familiares, o bien permanecía en el Lejano Oriente… Occidente quedó huérfano de una Espiritualidad Real y Regia.

Así, en la Ciencia Espiritual que plantea la Iniciática Heroica, el ser humano es en una parte animal y en otra parte divino. En términos de Felipe Moyano entienden que una parte de sí mismos es Creada y otra parte Increada; y en los de Carlos Castaneda, entenderían que hay Nagual y Tonal. De esta manera, para concretar el logro de recuperar lo Divino o Sobrenatural no queda más remedio que tomar conciencia de ambas partes, pues no es posible resolver un problema del que no se tiene conciencia. Y por «problema» señalamos a la parte animal del Hombre, su lado material, que es, precisamente, lo que le impide la recuperación de su lado Divino. De este modo, la Vía Heroica no puede comenzar en otro lugar que el seno de cada Hombre: dentro de sí mismo.

Evidentemente, habrá personas de tendencia religiosa que se anuncien como iniciáticas. Pero será fácil ver su forma de actuar, pues, por ejemplo, negarán ese lado creado de sí mismos postulándose rápida y directamente como altos iniciados o hasta seres divinos directamente. Esto es, no estarían fagocitados por una imagen exterior, sino que la fagocitación vendría de una imagen interior que inflaría a la hipóstasis del Yo precisamente por la fascinación que crearía la fantasía de su propia imagen como iniciado. Esta dinámica daría al traste, precisamente, con la idea de Iniciático, pues estaría ignorando la propia Vía Iniciática. Esto es: el Desafío ha sido anulado por la Fantasía y con ello la posibilidad de Expresar una Voluntad Superior que es, concretamente, aquello que manifiesta lo Divino o Sobrenatural en el Hombre. Dicho de otro modo: lo Heroico denomina «Desafío» a la OPORTUNIDAD de expresar una Voluntad Superior. Repetimos: la Vía Heroica define Desafío como «Oportunidad de Expresar una Voluntad Superior». Y es en esta Expresión de Voluntad Superior que ocurre la verdadera Gloria de los Héroes –el Xvarnah de los antiguos arios persas–, que es una Experiencia-Instancia y no la absurda y ridícula memoria que los mortales puedan conservar de los Héroes.

Esta idea nos ha de hacer comprender la importancia de las Antiguas Virtudes, pues con un poco de profundidad es fácil ver e intuir que la Virtud induce a que el Hombre esté por encima de sus dinámicas y mecánicas animales, esto es: le procura un DOMINIO sobre su «lado animal». Dicho de otro modo, en cierta manera, el ejercicio de la Virtud bien puede ser considerado una Metodología o Técnica Iniciática.

¡Gracia & Honor!

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RH – Alfombras voladoras…

Hace muy poco tuve un «fuerte susurro» que venía a decirme que antiguas órdenes hiperbóreas de Persia habían desarrollado una aplicación de la técnica arquemónica a partir del diseño y uso de alfombras. Así que me puse a investigarlo ya en este lado, o sea, buscando un rastro en lo cultural de aquella posibilidad.

En el sentido Mitológico no tenía duda alguna, pues tanto en «Las Mil y Una Noches» como en algunos cuentos rusos está presente este objeto. Por supuesto en un contexto en el que tal objeto tiene «cualidades mágicas».

1280px-Vasnetsov_samoletMontando una alfombra mágica, cuadro de 1880 de Víktor Vasnetsov.

Ahora bien, el diseño de las alfombras persas que hasta la fecha había visto era completamente mandálico.

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Esto, lejos de desanimarme en la búsqueda, me hizo recordar la progresión de la degradación del símbolo del Laberinto Exterior que comenta Nimrod de Rosario en el tomo VII de los FSH.

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De modo que me puse a buscar si había otro tipo de alfombras persas en las que pudiera rastrearse una degradación similar, pues si eran mandálicas muy posiblemente habrían sido degradaciones de laberintos.

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Finalmente encontré un tipo de alfombra que encajaba con mi búsqueda. Curiosamente la alfombra «de oración»…

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Y allí estaba, exactamente la misma instancia que «β» (beta) frente al ángulo recto, que es donde se realiza la «oración»:

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¡Gracia y Honor!

RH – «Traduttore, traditore»

En este post voy a poner un ejemplo de «traición traductora» que me parece magnífico para hacer ver hasta qué punto puede cambiar una idea a partir de una «traducción»…

Esto es parte del texto introductorio al relato de Sohravardî traducido como «El arcángel teñido de púrpura» (lo que está entre corchetes «[]» son comentarios míos):

«Tenemos que explicar aquí los términos elegidos para la traducción del título y recordar el simbolismo del color rojo o rojizo que caracteriza la visión. El título persa de este relato es ‘Aql-e sorkh. La palabra ‘aql (plural ‘oqûl) es el término tradicional para designar a las Inteligencias querubínicas (Karûbîyûn, Kerubim), las diez Inteligencias jerárquicas, Arcángeles o Angeli intellectuales de la tradición aviceniana latina. La última de ellas, como se sabe, asume un papel eminente en la espiritualidad sohravardiana. El Shaykh al-Ishrâq llegará a designarla con el nombre del ángel Sraosha del Avesta (Tratado XV). Es igualmente la Madonna Intelligenza de los Fieles de Amor en torno a Dante.

La palabra sorkh quiere decir «rojo». Ahora bien, no tenía sentido traducir ‘Aql-e sorkh por «la Inteligencia Roja» [un magnífico título, por cierto, que además encaja muy bien con la idea de una «Sabiduría de la Sangre»]. El lector se habría sentido completamente desorientado, suponiendo incluso que esas palabras le hubiesen dicho algo. Convenía más bien guiarse por la explicación que el propio ángel da de su apariencia al visionario. Ese color «rojo púrpura», que es el del crepúsculo de la mañana y de la tarde, se produce por la mezcla de la luz y la oscuridad, del blanco y el negro. Es esto mismo lo que explicará por otra parte el simbolismo de las dos alas de Gabriel en el tratado que vendrá después («El rumor de las alas de Gabriel»). Entonces, puesto que las ‘Oqûl o Inteligencias son designadas como arcángeles, y puesto que el color rojo se refiere aquí a la púrpura del crepúsculo auroral o vespertino, la traducción se imponía de forma natural, y hemos optado por «El arcángel teñido de púrpura». La experiencia ha revelado que el título es «expresivo» para el lector. [Y digo Yo: ¿»expresivo» o condicionante a los conceptos judeocristianos de «arcángeles»? Porque dudo mucho que en la Gnosis Ismailí se tenga el mismo concepto de «arcángel» que en la cultura judeocristiana…]»

Sohravardi

– «El encuentro con el ángel» – Sihâboddín Yahyá Sohravardî; p. 40,41; Ed. Trotta.

En el fondo, lo que hay detrás de este traductor es una premisa insalvable, incluso cuando se trate de un traductor dedicado a traducir a poetas gnósticos del Irán del siglo XII (contemporáneos de los cátaros). El elemento insalvable es la posibilidad de «ver» que en el hombre hay dos naturalezas absolutamente distintas -una animal y otra Espiritual-, de modo que en su cosmovisión, que comprende a esta premisa insalvable y que pertenece, sin dudas, al Pacto Cultural, todo lo que hay en el hombre es determinación puramente animal.

Pero en fin, para eso tenemos nuestro propio filtro, ¿verdad?

¡Gracia y Honor!